El Jimador que Todos Temían y Nadie Conocía”

El Jimador que Todos Temían y Nadie Conocía”

La destilería quedó en silencio después de que las camionetas negras desaparecieron por el camino de terracería. Solo se oía el zumbido lejano de las máquinas y el viento moviendo las hojas del agave como si susurraran entre ellas.

Mateo volvió a tomar su coa. La limpió con calma, como si estuviera limpiando también sus pensamientos. Los trabajadores no se atrevían a acercarse. Estaban paralizados entre miedo y curiosidad.

1. El hombre que sabía demasiado

—Mat… Mateo —dijo uno de ellos, tragando saliva—. ¿Qué pasó? ¿Por qué se fueron así?

Mateo no respondió al principio. Se limitó a clavarse el sombrero en la cabeza y continuar cortando agave, como si la vida no hubiera cambiado en los últimos veinte minutos.

Pero por dentro, lo sabía:
Ya lo habían encontrado.
Lo que había intentado enterrar años atrás, ahora estaba tocando la superficie otra vez.

—No era yo a quien buscaban —dijo al fin—. Pero tampoco esperaban verme.

—¿Y… te conocen?

Mateo apretó la coa con más fuerza.

—Digamos que… trabajé en cosas que hoy quisiera olvidar.

Los demás se miraron entre sí. Su voz no tenía fanfarronería. No tenía orgullo. Tenía resignación.

2. Las sombras del pasado

A las 8:14 a.m., un viejo Tsuru blanco se detuvo frente a la destilería. Nadie lo reconoció.

Mateo sí.

Del carro bajó un hombre delgado, de lentes, con el cabello peinado hacia atrás. Llevaba una carpeta bajo el brazo. Parecía un oficinista cualquiera.

Pero cuando vio a Mateo, enderezó la postura y habló con una mezcla de alivio y urgencia:

Patrón… creí que nunca volvería a verlo.

Los trabajadores abrieron los ojos como platos.

Mateo respiró hondo.

—Te dije que no me llamaras así.

El hombre bajó la mirada.

—Perdón, viejo. Pero no tuve opción. Cuando el CJNG supo que estaba usted aquí… mandaron gente. Y si ellos lo saben… los otros también lo sabrán.

Mateo volvió a sentir ese peso en el pecho. Ese peso que le había hecho abandonar todo.

—¿Quiénes vienen? —preguntó.

—Todos los que creían que estaba muerto —respondió el hombre—. Y no vienen a saludar.

3. La revelación

Los trabajadores dieron un paso atrás. Algunos hicieron la señal de la cruz.

Mateo miró a su alrededor: la destilería, el agave azul, el olor a tequila joven.
Ese pedazo de vida simple que había construido.

—Yo era mediador —dijo, rompiendo el silencio—. El único que podía entrar y salir entre grupos, negociar paz donde todos querían guerra. Cuando las cosas se salieron de control… desaparecí. Me vine aquí. A cortar agave. A vivir como un hombre normal.

—Pero no eres normal —susurró uno de sus compañeros.

—No —admitió Mateo—. Y ya no puedo esconderlo.

4. La decisión final

El hombre del Tsuru se acercó un poco más.

—Tenemos dos opciones —dijo—. Irnos ahora mismo… o quedarnos y enfrentar lo que viene.

Mateo miró el horizonte.
Tres camionetas levantaban polvo a lo lejos. No venían rápido. Venían seguros.
Sabían exactamente a quién buscaban.

Entonces Mateo dijo:

—Ustedes se van. Ahora mismo. No quiero a nadie aquí cuando esto empiece.

—¿Y tú? —preguntó un joven tembloroso.

—Yo terminé huyendo hace años. No pienso volver a hacerlo.

Los trabajadores recogieron sus cosas con manos temblorosas. Algunos quisieron quedarse con él, pero Mateo los detuvo con un gesto firme.

—Este problema es mío. Y termina hoy.

5. El cierre

Cuando todos se fueron y solo quedaban él y el hombre del Tsuru, Mateo caminó hasta el almacén viejo detrás de la destilería. Escarbó debajo de unas tablas húmedas y sacó una caja metálica oxidada.

Dentro había:

  • una radio táctica
  • un arma envuelta en tela
  • un encendedor con un símbolo que llevaba años sin tocar

Mateo encendió el radio.

—Aquí el viejo —dijo, con voz firme—. Ya no me estoy escondiendo. Y si vienen… estoy listo.

El hombre del Tsuru sonrió, nervioso.

—¿Aún sabes hacerlo?

Mateo lo miró de reojo.

—Nunca se olvida.

Y mientras las camionetas enemigas se acercaban a la destilería, él se quedó de pie entre los surcos de agave, con el mismo temple con el que los sicarios habían bajado sus armas al verlo.

El hombre que todos temían…
había vuelto a despertar.

FIN

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